Enviado por mail 17/06/2016, cortado y pegado – Foto: la gata Cristina, por @pepuebla

Primero, por supuesto: ¿quién no ha tenido, tiene o tendrá un fauno? Creo que en ese personaje -y con ese nombre tan terroso, terrenal, terrestre, terrícola-, está moldeado no solo un tipo de hombre/masculinidad sino una manera de abordar las relaciones de género. Es, sin dudas, un gran logro. Y para mí, que no leo poesía y no sé nada de poesía, un mérito exponencial. «El fauno es fauno». Es ese tipo de tipo sin dobleces, sin neurosis, primitivo, casi cavernícola, que para una se convierten en sujetos casi «utilitarios» (qué feo suena, ¿no?).
A «él» me costó más identificarlo, tal vez porque leí rápido o porque el otro es su propia ausencia. ¿Cómo es posible hacerse presente cuando se está ausente? «Él en la pantalla. Una versión posible de él. Él tipeado, una versión posible de él». Él está a través de inter-medios, él está definido por su opuesto complementario llamado Fauno.
Y ella, que podría ser yo o podríamos ser todas (o casi todas), una mujer que conoce perfectamente su posición en el mundo y ante el mundo. Sabe lo que es el amor, qué lo define, que no lo define. Qué es el sexo, cómo es, cuándo es. Una mina madura pero juguetona, buscadora, frágil y fuerte, decidida. Su baile pivot entre estos dos hombres/universos/formas de relacionarse es de un realismo demoledor. La tecnología nos pone en evidencia, incluso en la más mínima pelotudez. Y el final es tremendo. Simplemente. «Te quiero. Apagar». Me gustó el ritmo. Los diferentes olores de los escenarios. El sabor que tiene lo que dice/piensa/tipea ella en estas dos esferas sexo y amor.

por Paula Puebla